El ataque a las poblaciones fronterizas con Colombia deja como saldo el asesinato de 4 indígenas, el desabastecimiento de alimentos y tres extranjeros secuestrados. Los medios de comunicación llegaron primero que las autoridades nacionales.
Cuatro autoridades indígenas de las comunidades fronterizas de Paya y Púcuro, en el Darién, al norocccidente de Colombia, fueron asesinadas por un comando de las Autodefensas Campesinas de Urabá (ACUU), que este fin de semana incursionó y atacó esas aldeas, las saqueó y, de paso, retuvo a dos ciudadanos norteamericanos (entre ellos un periodista) y a un canadiense.
Según las versiones de los lugareños, un grupo de 150 hombres de las autodefensas asesinaron el pasado sábado en la localidad de Paya a Ernesto Ayala, jefe cacique, San Pascual Ayala, segundo cacique, y Luis Enrique Martínez, comisario de la comunidad.
“Encontramos los tres cadáveres macheteados y con disparos en la cabeza en las montañas y aún no hemos rescatado sus cuerpos porque el terreno fue minado por los paras”, indicó a Actualidad Étnica un miembro de la comunidad cuyo nombre se reserva.
De igual forma, los lugareños le confirmaron a los medios de comunicación (que llegaron primero que cualquier otra autoridad policial), que a raíz de estos hechos fue asesinada otra autoridad mayor, Gilberto Vásquez, cacique de la población de Púcuro. “El cadáver fue dejado detrás de su casa, con un disparo en la cabeza” ratificaron.
Este “escuadrón de la muerte” había capturado horas antes a Robert Pelton, periodista estadounidense de Discovery Channel, y a sus dos acompañantes, Marc Wedever, canadiense, y a una estadounidense no identificada.
Migdonio Batista, un corresponsal de la emisora Voz sin Frontera del Darién, que reside en Paya, indicó que los paramilitares, además de asesinar a las autoridades de ese poblado, se robaron todos los enseres que había en el único kiosco del pueblo. “Los paramilitares se llevaron las gallinas, patos y puercos y asesinaron los perros. Al salir del pueblo enterraron explosivos en los caminos para facilitar su huida y evitar ser perseguidos”.
En este momento, uno de los problemas más preocupantes es la falta de comida. Los residentes de estas poblaciones dijeron que desde el sábado pasado en horas de la tarde, cuando fueron atacados por los paramilitares colombianos, no tienen nada que comer “solo tenemos el agua del río”, y denunciaron que transcurridas más de 48 horas de sucedidos estos lamentables hechos, la Policía Nacional no se había apersonado del lugar para brindarles ayuda y protección.
Isidro Ayala, cuyo padre fue asesinado en esta incursión, manifestó que los indígenas tuvieron que enfrentarse a los paramilitares con arcos y flechas y con algunos maderos para defender sus ranchos y sus familiares “porque no hay ningún policía en este lugar desde hace dos años”.
Paya es una comunidad de 530 habitantes indígenas localizada en las montañas de Pinogana y a unas dos horas a pie del límite fronterizo con Colombia.
Después del ataque, en Paya solo quedan unos 50 residentes. El resto se refugió en la comunidad de Boca de Cupe o en las montañas cercanas. Se trata de unos 472 kunas y emberás, 324 menores de 18 años, entre ellos dos niños de dos meses, uno de un mes y cuatro días y uno de ocho días. Además unas 95 mujeres y 57 hombres, entre ellos uno de 60, uno de 80 y dos de 70. Unas 18 embarazadas y cuatro recién dadas a luz, confirman los medios locales.
En Púcuro, la aldea entera fue abandonada por sus casi 20 residentes. Los paramilitares, al llegar a este poblado, quemaron cinco casas porque no encontraron a nadie y luego asesinaron a su cacique Gilberto Vásquez, que había sido tomado prisionero en Paya.
Estos hechos confirman que la guerra en Colombia no tiene fronteras, ni bandos, que los enfrentamientos no discriminan quién está en el medio de las balas cruzadas. En este país, los medios de comunicación destacaron el secuestro de los norteamericanos y el canadiense, pero ignoraron o relegaron a segundo plano los cobardes asesinatos de estos indígenas del hermano país.